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lunes, junio 15, 2009

INMIGRACIÓN Y SINDICATO

En el discurso público sobre las migraciones, la palabra mágica "integración" se suele remitir a los mundos estratoféricos de las "culturas" o de las "civilizaciones", reinos imaginarios donde proyectamos, distorsionadas, las contradicciones de nuestras relaciones sociales. Y son las "culturas", así, cosificadas, las que en nuestro imaginario se "integran" o no se "integran", se alían perrofláuticamente o luchan en batallas épicas por el dominio del Universo. Ya les he dicho otras veces que, para mí, la batalla de la integración -de toda nuestra sociedad, y no sólo de los migrantes- debe librarse en la vida real y no tanto en sus proyeccones. ¿Dónde trabajan los migrantes, con quién y en qué posición? ¿a qué colegios van? ¿en qué barrios y en casas viven? ¿cuál es su acceso al consumo de bienes y servicios? ¿qué posición ocupan en los mercados? Esa es la integración real. La "cultura" no es más que el conjunto de espacios de significación y de comunicación que construimos para articular y reproducir nuestro mundo de relaciones sociales. En la medida en que sea posible construir relaciones "cara a cara", superando las barreras de exclusión y subordinación de las fronteras étnicas, podrá generarse un verdadero espacio de "interculturalidad".

Y resulta que nuestros migrantes han venido a España básicamente para trabajar, en medio de un proceso global de movilización de la fuerza de trabajo. Y que, como sucede con los españoles, los migrantes pasan gran parte de su vida diaria -si no la mayor parte de ella- en el tajo. Así pues, el empeño por la integración social depende en gran medida de lo que pase en los centros de trabajo y a veces parece que nos olvidamos de ellos o que, al menos, no les damos la importancia que tienen, porque el debate termina desviándose continuamente hacia el raca-raca de la compatibilidad o incompatibilidad, convivencia o choque de las "culturas". No creo, empero, que este "olvido" o esta "minusvaloración" de los aspectos laborales de la integración sean del todo inocentes. No lo son, porque precisamente la presencia de los migrantes se debe a un proceso estructural que los sitúa inmediatamente en una posición subordinada y porque se ha preferido mirar hacia direcciones que no cuestionen demasiado la distribución real de poder. Ya hemos mencionado alguna vez que la ideología "asimilacionista" oculta en realidad el interés por convertir a las personas en fuerza de trabajo bruta, que idealmente "no se nota" y no molesta; en la práctica, con la ideología de la asimilación subsiste la segregación entre los grupos étnicos , que se mantiene para alimentar la máquina de la producción, pero envuelta en las nieblas de la mitología del Individuo libre que actúa libremente en el Mercado libre.

Para los trabajadores españoles esta es una ilusión peligrosa. Es cierto que durante la bonanza económica se han podido beneficiar realmente del trabajo subordinado de los carniceros de utopía, directa e indirectamente (por ejemplo, vía servicio doméstico barato); pero la segregación étnica puede ser -y de hecho, ha sido siempre- un mecanismo de división, e incluso de fractura de la fuerza de los trabajadores como clase. No he visto datos, pero puede que la crisis esté mostrando de manera más pronunciada este rasgo. Hace poco sacábamos de entre las barbas de Marx un texto sobre la división obrera entre ingleses e irlandeses en Inglaterra y me preguntaban los contertulios sobre lo que se podía hacer para evitar la rima de la historia. Pues bien, creo que en este contexto nuestros sindicatos tienen mucho que decir y que hacer. Es una responsabilidad, pero también es una necesidad, incluso una necesidad organizativa del sindicato, enfrentarse a esta situación.

En efecto, a estas alturas es un tópico archiconocido que el sindicalismo se ha construido en un contexto de relativa homogeneidad obrera, sobre un arquetipo de trabajador determinado y que, como mínimo desde hace unas décadas, esta realidad está cambiando a marchas forzadas. Aún no distinguimos bien este nuevo mundo "postmoderno" pero parece que está implicando una prgresiva intensificación de la división social del trabajo (ciclo de la producción/reproducción/consumo), multiplicando así la heterogeneidad de las clases trabajadoras. Los trabajadores ya no necesariamente viven en el mismo sitio, ni tienen necesariamente el mismo estilo de vida o las mismas necesidades o los mismos problemas o incluso -desde los instrumentos de análisis del sindicalismo tradicional- los mismos intereses. Esta dinámica está provocando una ruptura de la tradicional "conciencia de clase" y una progresiva ineficacia de las herramientas tradicionales de articulación de intereses colectivos; de hecho, parece que hay una tendencia generalizada al descenso de las tasas de afiliación en todo el mundo. O el sindicato se adapta a esta diversidad (o consigue llegar a las mujeres, los jóvenes, las minorías étnicas, los precarios, los "autónomos dependientes", los trabajadores de empresas auxiliares), o está condenado a la extinción o a la descomposición.

En lo que refiere a los migrantes, el hecho de que el sindicato se adapte a la realidad implica varias cosas, todas ellas relacionadas entre sí: en primer lugar, debe ser capaz de dar respuesta a los problemas específicos que tienen los trabajadores migrantes y a la diversidad de origen étnico en la empresa; en segundo lugar, debe conseguir captar a los migrantes como afiliados; en tercer lugar, debe incorporar realmente a los migrantes en su estructura organizativa (tanto entre los cargos del sindicato como en la representación unitaria, formalmente no sindical).

Y, bueno, ¿qué es lo que están haciendo? Hace un mes, con ocasión de mi trabajo en el Observatorio de la Negociación Colectiva, tuve ocasión de entrevistar a algunos sindicalistas de CCCOO de Catalunya (Ghassan Saliba, Juan Manuel Tapia y Antonio Córcoles), que me comentaron, entre otras muchas cosas, algunas conclusiones a las que había llegado este sindicato (CONC) a partir del año 2000: 1) La inmigración es un fenómeno estructural que tiene que asumirse con normalidad; 2) La integración laboral es un factor de enorme importancia para la cohesion social y el sindicato tiene que centrar prioritariamente su actuación en los centros de trabajo (dado que, además, en otros campos existen otras organizaciones sociales); 3) El sindicato tiene que regenerar continuamente su capacidad de representación e incorporar a los migrantes entre los afiliados y en los órganos de representación; 4) Esta adaptación no deriva únicamente de motivos "altruistas" desde la perspectiva de los trabajadores autóctonos puesto que los intereses de migrantes y nacionales son comunes: la calidad de las condiciones de trabajo de los migrantes es importante para garantizar también las condiciones de los españoles.

Como creo que se desprende de las reflexiones anteriores, estoy muy de acuerdo con estas líneas de acción sindical. Me parece que el planteamiento es muy correcto y adecuado desde un punto de vista teórico. Esto es muy importante, pero, por supuesto no lo es todo; como dijo el barbudo, es en la práctica donde se demuestra el poderío de un pensamiento. La práctica, eso sí, es siempre un terreno por trabajar. Mencionaron, eso sí, algunos datos de crecimiento de la afiliación inmigrante y de integración de los migrantes en órganos de representación que nos permiten ser moderadamente optimistas. También había algunos proyectos interesantes, como la promoción, en Cataluña, de los acuerdos de gestión de la diversidad, al hilo del empeño por la personalización -que no "individualización"- de las relaciones laborales.

Alguna orientación nos pueden ofrecer estas líneas teóricas y estos senderos prácticos en esta difícil tarea de articular los intereses laborales en estos tiempos interesantes. Confío en que habrá muchas otras experiencias sindicales interesantes en otras organizaciones, si no las cuento aquí es porque de momento no las he conocido, pero me encantaría hacerlo, así que si alguien tiene noticia de ellas, me parece muy interesante que nos las comente.

Eso sí, también sabemos que, el espacio de implantación y de influencia de los sindicatos en nuestro país es, hoy por hoy escaso, no sólo en lo que respecta a los trabajadores inmigrantes. Las redes de articulación de los interese laborales difícilmente llegan a determinados rincones: microempresas y empresas pequeñas, trabajadores precarios, economía sumergida... En particular, en el ámbito del servicio doméstico, la configuración de un espacio de protección garantizado por una representación organizada de los trabajadores parece, hoy por hoy, una fantasía utópica. En todo caso, esta reflexión no hace más que reafirmarnos en nuestra convicción de que los problemas de los migrantes son también los de los trabajadores autóctonos Y vamos a tener que aprender a afrontarlos juntos.