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sábado, enero 26, 2008

LOS CARNICEROS DE UTOPÍA (IV): LA "MANO INVISIBLE"... DEL TRABAJO IRREGULAR

El año pasado (¡qué lejos queda!), en la última entrada hablábamos de cómo una de las formas a través de las cuales se utiliza a los migrantes para obtener beneficios a bajo coste (maximizando el crecimiento económico global) es la economía sumergida. De hecho, da la impresión de que en España el tema de la inmigración nos lleva siempre a la espinosa cuestión de los "sin papeles", los inmigrantes irregulares.

Pero ¿todo el mundo tiene ese problema? Este verano interrogaba a mi amigo -y contertulio de este blog-, Pelu, acerca de las dimensiones del problema del trabajo irregular en Londres, donde ha estado trabajando mucho tiempo. Decía que no conocía nada de eso; que sí que había bastantes indicios de inmigración ilegal en base a documentaciones falsas, pero que no se conocía ese fenómeno del trabajo irregular (supongo que sí que existirá, pero que las dimensiones del problema no tienen nada que ver con las que adquieren en España). Nuestro espíritu científico demanda inmediatamente ¿cuál es la causa de esta diferencia? La respuesta más cómoda, como ya saben los aficionados al tema de las migraciones, es acudir inmediatamente a la "caja negra" barata y "demiúrgica" de la "cultura": los "ingleses" tienen "otra cultura"; como me decía hace tiempo un compañero sociólogo y politólogo, en la "cultura" podemos meter todo aquello que no sabemos explicar. Ya saben que uno es adicto al mantra marxista de que es el ser social el que determina la conciencia y no al contrario.

Por supuesto, mucho antes de que empezaran a llegar masivamente migrantes, la economía española estaba caracterizada por un gran protagonismo de la economía sumergida; más allá de la "cultura", los factores causales que han "estructurado" este fenómeno han sido seguramente muy variados. A mí en este momento me interesa resaltar que el protagonismo de la economía informal es una constante en los países de industrialización tardía e "imperfecta", como puede observarse hoy en los Estados surgidos de la descolonización. Ahora bien, lo que en un momento concreto puede identificarse como la subsistencia de modos de producción precapitalistas y preindustriales, domésticos, casi de supervivencia, termina integrándose en mercados no regulados, asumiendo la lógica capitalista de la maximización del beneficio; en países como el nuestro, la economía sumergida está integrada en un sistema más grande y omnicomprensivo, que abarca también a la economía formal y donde todas las piezas están encajadas de manera que se relacionan unas con otras en una especie de simbiosis como la del hongo y el alga en el liquen. Las condiciones de trabajo en las empresas pequeñas no están desvinculadas de las condiciones de trabajo en las empresas grandes en un entorno reticular de división del trabajo interempresarial.

A esto se añade que, como decíamos anteriormente, nuestra economía se ha especializado en sectores productivos que hacen un uso intensivo del trabajo, que por tanto tienen una escasa productividad y valor añadido (la agricultura o, en el sector secundario, la fabricación de juguetes o zapatos); posteriormente, el crecimiento económico se ha debido en gran parte al "ladrillo", sector que también hace un uso intensivo de la mano de obra; asimismo el empleo ha crecido particularmente -como en todas las economías desarrolladas- en el sector servicios, aquejado del mal de coste de Baumol, especialmente en la hostelería y el servicio doméstico. En todos estos sectores ha tenido tradicionalmente una enorme importancia la economía informal (a veces incluso "necesaria" para su supervivencia o desarrollo). Por su parte, la intensificación de la competencia internacional no vino sino a incrementar esta tendencia; así, por ejemplo, la agricultura española ha podido competir con los productos marroquíes atrayendo precisamente a trabajadores marroquíes para que trabajen en España en condiciones muchas veces inferiores a las permitidas. Ya hemos dicho en otras entradas que se ha producido un desplazamiento de la fuerza de trabajo en muchas de estas ocupaciones de escaso valor añadido sobre las que se sustenta la economía nacional: los españoles, arropados por el paraguas de un imperfecto bienestar familiarista, han ido abandonando esos empleos, siendo sustituidos por trabajadores extranjeros "atraídos" por el "efecto llamada" del mercado de trabajo. Pues bien, hay que añadir que gran parte de esos empleos eran empleos informales y sumergidos y que por tanto gran parte de ese "efecto llamada" EXIGÍA trabajadores irregulares. La disponibilidad de los trabajadores extranjeros ha permitido mantener, reproducir y acaso multiplicar esta economía sumergida que al mismo tiempo retroalimenta la economía formal. El fenómeno de los "sin papeles" no se debe a circunstancias psicológicas, internas, de los extranjeros (su eventual desprecio por la legalidad española), sino más bien a circunstancias inherentes a nuestra estructura económica y a nuestro mercado de trabajo.

De hecho, la normativa de regulación de flujos no hace sino contribuir a la reproducción de este proceso; no quiero decir que esto se deba a la decisión consciente de personas individuales, sino a la circunstancia de que el Derecho no proviene del mundo de las ideas platónicas, sino de la realidad social que trata de ordenar. Ya veíamos hace tiempo que, a grandes rasgos es prácticamente imposible acceder al mercado de trabajo español de la manera "oficial" incluso aunque exista demanda de mano de obra en condiciones legales; la única actualización que se me ocurre de lo que decía en aquel tiempo es que ahora la tramitación de los expedientes se prolonga hasta unos nueve meses, según me cuentan, algo absolutamente irrazonable para cualquier empresario con necesidades de contratar fuerza de trabajo.

Sucede algo parecido a lo que nos ocurre a los españoles con la temporalidad: sabemos que el Derecho del Trabajo se rige formalmente por el "principio de causalidad", según el cual la regla general es que los contratos son indefinidos y que sólo puedan pactarse contratos temporales cuando exista una causa justa. Sabemos que en realidad, la forma de acceder al mercado de trabajo español para los jóvenes (o incluso para acceder a empresa, para casi cualquier persona) es un contrato temporal, realizado en fraude de ley. Esa realidad supera tanto a las leyes que éstas tienen que proclamar sucesivas "amnistías" que bonifican o incentivan de vez en cuando la conversión de contratos temporales en indefinidos (mirando para otro lado en lo que refiere a si esos contratos temporales lo eran verdaderamente). Estas "amnistías" se parecen sospechosamente a los procesos de "regularización" o de "arraigo" que los políticos gustan de criticar cuando están en la oposición y se ven obligados a realizar cíclicamente cuando están en el Gobierno.

Porque el fenómeno de los "sin papeles" se convierte en un problema inaceptable que hay que resolver. Ciertamente, despliega un cierto efecto "positivo" sobre la economía nacional (por eso muchas veces se hace la "vista gorda"), aunque este efecto puede ser "pan para hoy y hambre para mañana" en la medida en que mantiene una economía basada en unos escasos niveles de productividad. Pero, desde un punto de vista ético, provoca condiciones de vida y trabajo inaceptables para los "carniceros de utopía" esos trabajadores "invisibles" que hacen el "trabajo sucio" del sistema: frecuentemente explotados por sus empleadores y acosados por la policía, no les queda sino sufrir pacientemente su "penitencia" en los márgenes del sistema, esperando gozar un día del Paraíso de la regularidad, para ser sustituidos por nuevos trabajadores "ilegales". La problemática no sólo es moral, sino también social, por cuanto este sistema que se alimenta de trabajadores que acceden al mercado por la vía irregular presenta profundas disfunciones que afectan a la cohesión y a la buena marcha de la sociedad. ¿Cómo puede hablarse de "integración de los inmigrantes" cuando las ruedas de nuestro sistema económico están arrastrando y aplastando inmigrantes des-integrados?

Ahora bien, si queremos luchar contra el fenómeno de la migración irregular, hemos de partir de sus raíces, no de la superficie. Luchar contra la migración ilegal restringiendo la sindicación y la huelga de los extranjeros no sólo es inútil, sino incluso contradictorio, al abundar en el desamparo y la des-integración de los irregulares. Más útil será mirar a los ojos de la economía sumergida y de nuestra estructura productiva; tal vez no podamos cambiar radicalmente esas raíces, válgame la rebuznancia, pero a lo mejor podemos hacer algo si nos asomamos de verdad al problema.

Edito: olvidaba hacer la recomendación que tenía pensada
Para saber más: Javier Moreno, "The regularisation of undocumented migrants as a mechanism for the 'emerging' of Spanish underground economy". Documento de trabajo de la Unidad de Políticas Comparadas del CSIC, 2005.